Me llamo Carlos y tengo 31 años, soy de el Algár de la zona de Cartagena, nací en una familia con bastantes problemas, mi Padre nunca me mostró mucho cariño, bebía y discutía mucho con mi Madre, todo esto me fue amargando poco a poco.
A los 16 años empecé a tomar drogas con algunos chicos de mi pueblo, después de unos años, las drogas y los problemas familiares me afectaron a la mente y los nervios, tenía 22 años cuando comenzó el psiquiatra a darme medicación, de vez en cuando trabajaba en la construcción pero a los 24 años tuvieron que darme la incapacidad permanente, tomaba un tratamiento de 15 pastillas diarias, recuerdo que se me caía la baba, parecía un zombi, un vegetal. La medicación me mantenía tranquilo, pero me quitaba la fuerza y la ilusión de vivir.
Un día escuche la radio y estaban hablando del Centro Horeb, uno de los responsables contaba que había superado graves problemas de drogas y también Psquiatricos.
Entonces decidí luchar por mi vida, si otros lo habían conseguido, yo también podía.
Ingrese en el centro, en una casa de primera fase que tenían en la montaña, recuerdo los largos paseos por las mañanas, acompañados de un burro, un poni y un perrito.
Horeb es un centro cristiano y a veces nos hablaban del Amor de Dios por los «incapacitados», por los excluidos y marginados… todos aquellos a los que la sociedad tachaba como «no válidos» Dios no los ve así, por el contrario, El apuesta por ellos siempre, los acepta, los ama y los valora.
Yo creí esto de todo corazón y pude experimentar ese Amor… fui recuperando el valor y la autoestima, poco a poco conseguí pequeños logros; deje el tabaco, me saque el carnet de conducir, compre un coche, aprendí a hacer diversos trabajos.
Hoy no tomó ninguna medicación ni la necesito, termine el programa del centro y actualmente colaboro como voluntario / monitor realizando tareas de responsabilidad, acompañamiento de usuarios, supervisión de la vivienda y del rastro benéfico etc.
Me siento una persona libre, útil y con metas, por el momento mi vocación es ayudar a que otros puedan tener una oportunidad como la que tuve yo.
Mi nombre es Hipólito y tengo cincuenta años. Comencé a tener problemas con la bebida desde muy joven. Me críe en un barrio marginal de Murcia donde no había muchas oportunidades.
Tenía 17 años aproximadamente cuando comencé a beber con mis compañeros de trabajo. La vida parecía no ofrecerme mucho más, y así estuve durante varios años. Trabajaba duro y el tiempo libre lo pasaba en los bares. Lo que ganaba se lo entregaba a mis padres y ellos cuidaban de mi. Con los años mis padres murieron y me quedé a vivir con una tía, yo siempre la estaba liando. Me gastaba el sueldo en alcohol y me metía en muchos problemas. Llegó un momento que mi tía ya no aguantó más, y me quedé en la calle, perdí el trabajo y comenzó mi vida de indigente.
Durante años viví en la calle, dormía en los cajeros y pasaba el día pidiendo en la puerta de las iglesias y aparcando coches. Apenas comía y el dinero que sacaba era para comprar cartones de vino. A veces fui a algún albergue pero no duraba mucho pues tenía problemas con la convivencia.
Entonces una trabajadora social que quería ayudarme. me preguntó si yo quería ir a un centro y cambiar.
La verdad es que yo estaba muy cansado de esa vida, todo el mundo me despreciaba y en mi había mucha rabia, pero también mucha soledad. Me sentía como un “perrico abandonao”. En el fondo yo no queria vivir así, y sólo necesitaba un poco de cariño y humanidad.
La trabajadora social me enseñó una foto del centro y me gustó. Me hicieron una entrevista y después me dieron plaza. De esto hace ya más de un año.
Aunque al principio me costó adaptarme, poco a poco lo conseguí, y ahora son para mí como una familia. Me siento apoyado en todo, tranquilo y en paz. Además soy útil ayudando en diversas tareas en el hogar de acogida.
Me gustaría mucho que mi testimonio ayude a otros que están como yo estaba, para que se animen y den el primer paso para salir del hoyo… pues es posible con la ayuda de Dios y de gente de buena voluntad como la del centro Horeb.